Cuando el ayer reacciona en el ahora. Comprendiendo qué significa el ‘secuestro emocional’

 

"No se borra el pasado, pero sí podemos transformar la manera en que nos habita."
Boris Cyrulnik

El término “secuestro emocional” se utiliza para describir esos momentos en los que una emoción intensa parece activarse de golpe y “toma el control” de la conducta. Desde un marco integrativo un “secuestro emocional” no es una falta de voluntad ni de autocontrol, sino una respuesta neurobiológica automática que el sistema nervioso aprendió para protegerse en situaciones difíciles del pasado.

Quienes trabajamos en trauma sabemos que estas reacciones no aparecen porque alguien ‘exagere’, sino porque su cuerpo detecta pequeñas señales que le recuerdan, sin darse cuenta, a situaciones que en otro momento fueron difíciles. Por eso un “secuestro emocional” ocurre rápido, sin permiso y con una intensidad que puede llegar a desconcertar.

 

El “cerebro emocional” nuestro Sistema Límbico.

La neurociencia nos ha mostrado que, en momentos de alta activación, la amígdala y otros circuitos subcorticales reaccionan antes que la parte del cerebro encargada de pensar con calma. Joseph LeDoux (1996) describe esto como una “ruta rápida”: una vía que dispara una respuesta defensiva sin que haya tiempo de evaluar la situación racionalmente.

Por eso, durante un “secuestro emocional”, la persona puede sentir que pierde claridad por unos instantes: el cerebro emocional actúa primero; la mente racional llega después.

“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir.”
Viktor Frankl

El trauma como contexto del “secuestro emocional”

Bessel van der Kolk (2014) sostiene que el trauma no deja solo recuerdos: deja sensaciones corporales que permanecen activas en el presente. El cuerpo se convierte en un archivo que guarda aquello que no pudo procesarse en su momento. Así, un “secuestro emocional” no surge porque la persona piense mal o sea demasiado sensible, sino porque el cuerpo recuerda antes que la mente.

Estas reacciones, desde esta visión, no son errores: son historias no completadas que buscan integración. Algo del presente —un gesto, un tono, un silencio, una sensación interna— toca una de esas páginas del archivo corporal y la respuesta se activa automáticamente.

Desde esta perspectiva humanista, un “secuestro emocional” no habla de quién es la persona hoy, sino de lo que un día tuvo que ser para poder seguir adelante. Comprender eso abre un espacio mucho más compasivo hacia uno mismo.

El sistema nervioso y la respuesta automática

La Teoría Polivagal de Stephen Porges (2011) explica que el sistema nervioso autónomo decide, de forma automática, si debe activar lucha, huida, sumisión o desconexión. Este cambio ocurre sin intervención consciente y es la base fisiológica de muchos “secuestros emocionales”.

Cuando el sistema detecta peligro —aunque sea una señal pequeña o una falsa alarma— la respuesta se dispara para protegernos.

Boris Cyrulnik, referente en resiliencia, destaca que estas reacciones intensas no son síntomas de fragilidad, sino adaptaciones. Son maneras antiguas de protegerse que un día fueron útiles, aunque ahora ya no encajen con la vida actual. Desde su mirada, un “secuestro emocional” es un “eco de supervivencia”.

Reconocer esto reduce enormemente la culpa y permite mirar estas reacciones con más respeto, y menos juicio interno.

Acompañando esta experiencia desde una mirada integrativa.

La recuperación solo puede tener lugar dentro de una relación segura.”
Judith Herman

Acompañar un “secuestro emocional” en terapia no consiste en “controlar la emoción” ni en “pensar distinto”. Se trata de entender lo que está ocurriendo dentro y ayudar a que el sistema nervioso encuentre nuevas formas de dar respuesta a lo que esta sintiendo desde un lugar seguro para hacerlo.

La importancia de la seguridad y el vínculo

La base del trabajo terapéutico es un espacio donde la persona pueda sentirse protegida y acompañada. La seguridad se construye poco a poco, a través del vínculo, ritmo, la presencia y la ausencia de juicio.

Escuchando al cuerpo

Identificar sensaciones físicas, patrones de activación y señales tempranas es fundamental. No se trata de evitarlas, sino de aprender a reconocerlas y también lo que nos produce el hecho de escucharlas validando en nosotros lo que surge como un fin para que esto pueda ser atendido.

Una parte importante del proceso terapéutico es aprender a escuchar lo que el cuerpo nos está diciendo. Cada persona tiene sus propias señales: una tensión en el pecho, un nudo en el estómago, calor en la cara, dificultad para respirar, inquietud en las manos… Estas sensaciones no aparecen “porque sí”; suelen ser la manera que tiene el cuerpo de avisarnos de que algo necesita atención.

El objetivo no es evitar estas sensaciones ni luchar contra ellas, sino reconocerlas y entender qué significan. A veces, solo el hecho de permitirnos sentir lo que está ahí —sin juicio, sin prisa— ya nos da información valiosa sobre lo que estamos viviendo por dentro. En terapia trabajamos para que puedas validar lo que surge, darle un espacio y comprenderlo como un mensaje que tu cuerpo envía para ayudarte, no para dañarte.

Escuchar el cuerpo es el primer paso para que esas sensaciones puedan ser atendidas, comprendidas y, con el tiempo, sentirse menos amenazantes.

Regulando la activación

Cuando podemos identificar lo que estamos sintiendo y reconocer que el presente es un lugar relativamente seguro, se vuelve mucho más fácil usar herramientas que nos ayuden a volver al aquí y ahora. Este es un paso clave: no forzar la calma, sino permitirnos habitar el presente sin tener que estar a la defensiva.

En terapia solemos practicar ejercicios de regulación emocional y, en algunos casos, técnicas inspiradas en EMDR para ayudar al cuerpo y a la mente a regresar a un estado más estable. Estas herramientas no solo reducen la intensidad del momento, sino que lo hacen de forma segura, respetuosa y amable, sin presiones ni exigencias.

A veces, detrás de un “secuestro emocional”, hay experiencias antiguas que aún tienen eco en el cuerpo. En terapia, exploramos esa historia con mucha delicadeza: sin forzar recuerdos, sin revivir el dolor innecesariamente y siempre con un “para qué”. El objetivo es darle sentido a lo que ocurrió, mirándolo desde el presente y desde un espacio cuidado, donde puedas comprender tu historia sin volver a sufrirla en cada reacción.

La reinterpretación de la historia

Cuando empezamos a sentir más calma por dentro y el cuerpo se siente un poco más seguro, se abre un espacio nuevo para mirarnos de otra manera. Desde ahí podemos empezar a construir una forma distinta de hablarnos, de entender lo que sentimos y de interpretar lo que nos ocurre. Esto no tiene que ver con “pensar en positivo”, sino con entender nuestra historia con más claridad y menos culpa, y darle un nuevo significado a aquello que en el pasado dolió o nos desbordó.

En terapia, trabajamos para que puedas reconocer cómo ciertas emociones, reacciones o formas de actuar tenían sentido en su momento, y cómo hoy puedes relacionarte con ellas de una manera más amable. A medida que aumenta la sensación de seguridad, es más fácil revisar lo que pasó, reinterpretarlo desde tu yo actual y empezar a cuidarte de una forma más consciente y compasiva. Todo esto forma parte del proceso de crear una relación más sana contigo.

Puesta en marcha de nuevas respuestas

Una vez entendemos de dónde puede venir esa reacción tan intensa, en terapia empezamos a practicar nuevas maneras de responder a lo que nos ocurre. Esto puede ser aprender a poner límites sin miedo, darnos una pausa antes de actuar, pedir ayuda cuando lo necesitamos o prestar atención a lo que el cuerpo nos está diciendo. Lo más importante es poder volver al momento presente y preguntarnos, con calma y sin juicio:

“¿Lo que estoy sintiendo ahora pertenece a lo que está pasando realmente, o es una emoción que viene de algo que viví en otro momento?”.

Recordar que es un proceso

Un “secuestro emocional” no define a la persona. Es una reacción que puede cambiar, transformarse y suavizarse con acompañamiento adecuado.

Es importante tener presente que un “secuestro emocional” no define quién eres. No es tu identidad, ni un rasgo fijo, ni algo con lo que tengas que vivir para siempre. Es una reacción aprendida que puede cambiar, transformarse y volverse más llevadera con el acompañamiento adecuado.

“La curación ocurre cuando estamos lo suficientemente seguros como para sentir lo que necesitamos sentir.”
Bessel van der Kolk

Referencias

  • Cyrulnik, B. (2002). La resiliencia. Gedisa.
  • Herman, J. L. (1992). Trauma and recovery. Basic Books.
  • LeDoux, J. (1996). The emotional brain: The mysterious underpinnings of emotional life. Simon & Schuster.
  • Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. W. W. Norton.
  • Siegel, D. J. (2010). The mindful therapist. W. W. Norton.
  • van der Kolk, B. A. (2014). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Penguin Books.