Protección y prevención ante el abuso sexual en la infancia y adolescencia

19 de Noviembre, día mundial para la prevención del abuso sexual de niños, niñas y adolescentes.

Me gustaría que este fuera un tema del que no fuera necesario hablar ni prevenir, pero la realidad es muy distinta.

Hablar de agresión o violencia sexual es el comportamiento de carácter sexual de un adulto hacia un niño o niña aprovechando el abuso de poder y desigualdad para obtener satisfacción sexual, manipulándolo física, emocional y psicológicamente (Fundación ANAR, 2023).

Aunque sólo el hecho de pensarlo duela y creer que alguien cercano pueda destruir la infancia de un niño a través de estos actos cuesta creerlo.

Las estadísticas nos dicen que el 80% de los abusadores son personas conocidas y se producen en el entorno familiar o cuidadores cercanos que tienen contacto continuo con el menor (Save the Children, 2023).

Síntomas y señales que suelen ser frecuentes de que un menor pueda estar siendo agredido:

Cambios repentinos, tanto en el estado de ánimo como de conducta, exceso de información sexual para la edad del menor, rechazo repentino a algún familiar, bajo rendimiento escolar, conductas sexuales explícitas con muñecos o con otros iguales, dibujos de contenido sexual, irascibilidad o agresividad sin explicación, miedo repentino a dormir solo, regreso a conductas o etapas ya superadas.

Aunque todos estos síntomas, de forma aislada y sin un contexto, no son indicadores de abuso sexual.

Para promover la prevención, es importante:

  • Establecer un clima de confianza, amor, empatía y claridad en el lenguaje en casa, para hablar de cualquier tema y sexualidad adaptado al momento evolutivo del menor.
  • Atender de forma activa cuando un niño o niña sienta rechazo o malestar hacia otras personas, aunque sean conocidas.
  • Enseñar claramente a poner límites desde muy pequeños, no obligar a besar a nadie que no quieran, ya que esto les puede llevar a error pensando que ellos no son dueños de sus propios afectos y sensaciones.
  • Enseñarles a diferenciar situaciones de interacción y afecto “sanas”, a situaciones que les generen o sientan malestar, situaciones que perciban como “feas” o “extrañas” que les generen miedo, inquietud o que sientan que les pueden hacer daño.

Los límites son la mayor muestra de amor que podemos enseñar a nuestros niños, creando la base para discernir una clara educación afectivo-sexual. Todo esto puede servir para que el menor pueda alertar a otro adulto que les proteja y que les ayude, en momentos clave, y para ello necesitamos aportarles herramientas claras en todas las etapas, estando muy presentes física y emocionalmente en la vida de nuestros niños.

Por favor, pongamos todo el amor y cuidado en nuestros niños y niñas y hagamos que estas alarmantes y amargas estadísticas desaparezcan de una vez por todas.

Amar y proteger a nuestros niños es nuestra responsabilidad como adultos.